El hasta ahora conocido como “el violinista de los cantautores” presenta su primer trabajo, ‘Tripolar’, marcando la diferencia y creando un estilo propio e inconfundible
NATALIA CASTRO @ncastrodiez
Lleno absoluto. Sin entradas en puerta, todas las mesas reservadas días antes del concierto y con gente de pie en cada espacio libre no ocupado por las cuatro patas de metal de una silla o una mesa. Hasta el martes, Marino Sáiz era conocido en el círculo de la música de autor como “el violinista de los cantautores”, esa persona de confianza que con su violín en las manos acompañaba y creaba atmósferas en los conciertos de los demás.
Una gorra, camiseta de tirantes, pantalones pitillos y una chaqueta tipo colonial para adornar a un personaje sobre el escenario, para crear una figura a reconocer. Pero no es necesario. Marino es mucho más. Es un piano que llora en sus letras, un violín que rasga cada melodía y acompaña con ritmos cambiantes que se alejan del convencionalismo, es una voz melodiosa y dulce pero con matices oscuros que te llevan de la felicidad a lo tenebroso. Y todo esto, hace que se reconozca a este nuevo cantautor sin necesidad de ver sus ropajes.
Pero al encenderse esas luces él también se encontró con algo. Con un foso de aplausos y miradas atentas que le llenaron de nervios y emoción. Tras una larga espera solo pudo atinar a levantar por encima de su cabeza su disco, como un trofeo, y a decir: “Hace mucho soñé tener un disco y hace mucho soñé ser feliz. Las dos cosas están sucediendo ahora mismo”. “Este es MI disco y lo voy a decir durante todo el concierto”, decía con orgullo y risas entrecortadas por el nerviosismo.
Porque Marino es una de las personas más nerviosas e inquietas que he podido ver sobre un escenario y es eso lo que le lleva a crear cosas diferentes. Con canciones como ‘Lunas Distintas’, ‘Tengo Miedo’, ‘Los Espejos Nunca Mienten o ‘¿Y ahora qué?’ este cantautor cuenta historias con un principio y un final. Un argumento que se puede seguir y que hace que sus temas sean más bien historias narradas pero enmarcadas en los compases de un pentagrama. Canciones con giros de tonalidades brillantes a oscuras que recuerdan a la banda sonora de un musical o incluso, con canciones como ‘Jonás’ a una ópera rock.
Todo esto le convierte en distinto, especial y emocional, pero también en una persona tripolar como bien recuerda el título de su álbum. Y para recordarlo Marino regaló momentos tan poco habituales como un remix de canciones interpretadas con su violín y la guitarra de Fran Fernández en el que jugaron con canciones como ‘MyWay’ de Frank Sinatra o ‘I Will Survive’ de Gloria Gaynor . O un final en el que, subido a una mesa, se dejó llevar en acústico para tocar su violín.
Pero el momento más difí
En definitiva, locura musical y estilo irrepetible para un cantautor violinista que abre nuevas vertientes en la música de autor.