A The Grooves las conocí en otra época y en otro sonido. Con otro nombre. Las había visto evolucionar de un corte Soul a un sonido electrónico… y entonces me las encontré entre la gente en el Sonorama Ribera. Esto ya me había pasado una vez. Vas por la vida pensando a corto a plazo, enredado en lo que tienes entre manos, y pasa algo aparentemente vanal que enciende una mecha. Un día como aquel nació la columna “William Miller, El Enemigo”, que me dio la oportunidad de viajar a Valencia con Playa Cuberris como un Cuberris más. Se repetía la coyuntura y esta vez El Enemigo se ha dejado poseer por el espíritu de The Grooves para ser una Groove más por unos días.
William Miller, El Enemigo
Salimos de Madrid con el tiempo pegado y es que salir de trabajar, recoger la furgoneta, cargarla y arrancar no es moco de pavo. ¿Camino a Sevilla? Nop. Camino a Mérida, a hacer una parada previa al Picnic Interestelar. Visitábamos el Oveja Negra, donde ya conocen bien la fiesta de The Grooves y que empezaba a concentrar cabecillas ansiosas incluso durante la prueba de sonido.
Visitábamos el Oveja Negra, donde ya conocen bien la fiesta de The Grooves y que empezaba a concentrar cabecillas ansiosas incluso durante la prueba de sonido
Como esto se trata de contaros cómo se vive desde dentro, os diré que es muy estresante llegar corriendo, montar, probar con la gente por ahí e intentar buscar un hueco en medio de todo para darle un mordisco a un trozo de pizza y no morir de inanición. Pero las caras de tensión desaparecen cuando se cuelgan los instrumentos y suenan las primeras notas. Ahí empieza la magia y mola mucho más cuando pasa fuera de casa y el público responde en la primera chispa. Aquella noche The Grooves estrenaban formación con María (guitarra) a la voz principal y lo hacían repasando un repertorio que puso al Oveja Negra a bailar. Había nervios por el estreno y las chicas lo defendieron con la cabeza bien alta. Fue muy bonito ver a las sonrisas inundar poco a poco las miradas de concentración.
Intentamos no trasnochar mucho y nos repartimos en casas de familiares para pasar la noche y arrancar el día grande con fuerza. Lo arrancamos un poco de mala manera, porque lo primero que hicimos fue reventar un cristal de la furgo contra un árbol. Pero qué mamotreto de vehículo! Me ofrecí por educación, pero alegro un montón de no haberlo conducido xD. A lo que vamos. Qué respuesta. Hills (saxo) al teléfono con el dueño, después con los talleres de Sevilla. En dos minutos tenía presupuesto y cita por si acaso. Y mientras Chus (técnico de sonido) y Vicky (trombón) se apañan con un par de cartones y cinta americana para sellar el cristal y que los trocitos aguanten juntos. Solucionado.
Salimos para Sevilla mirando el cristal de atrás de reojillo, pero llegamos intactos a La Cartuja y nos preparamos para el Picnic Interestelar. Tuvimos un ratillo para comer algo antes de montar y empezó la fiesta. El Picnic se celebra durante el día y es gratuito, así que aquello estaba lleno de gente de todas las edades, de niños abrazados a las vallas para ver mejor y de cerveceo repartido por todas las sombras. Y es que aunque lo sepa todo el mundo, hay que decirlo: En Sevilla hace calor. Ya que soy madrileña lo diré mejor: En Sevilla hace mazo de calor!
Pese a todo la gente se empezó a concentrar frente al escenario y The Grooves empezaron a tocar y a gozarlo como enanas. Y yo también. Porque el Picnic no tiene foso ni acreditaciones de prensa, pero yo iba con ellas y me metí hasta la cocina. Tan hasta la cocina que después del concierto hicimos una sesión de fotos improvisada en la zona de artistas (y con zona de artistas quiero decir pared de la entrada, porque como digo no tenía acreditación de prensa no me dejaban pasar). Menos mal que Chus está a todo, consiguió otra pulsera, y al menos pude trabajar sin sentirme vigilada por si me colaba al baño. En cuanto a las fotos, fue extraño pero guay. Ellas acababan de bajar del escenario y estaban cansadas del calorazo, pero precisamente por eso tienen un aire mucho más auténtico. El maquillaje un poco corrido, los pelos de loca haber estado bailando y esa sonrisa imborrable. No tiene precio. Esa cara de haber visto a un montón de gente bailando con tu música no se puede reproducir ni repetir, y fue bonito intentar retratarlo.
No me quiero enrollar mucho pero no puedo dejar de decir que nunca había pensado en que las furgonetas no caben en los parkings. En ninguno. La primera hora se lleva bien. Pruebas por el centro, por las afueras… a partir de ahí ataca mucho los nervios. Menos mal que nos sacudimos el mal rato cenando como reyes por La Alameda y repasando los mejores momentos del día.
El viaje de vuelta empezó pesado y acabó con canciones revival cantadas a gritos. Alguna curraba en el asiento de atrás (no se descansa ni en domingo), se comentaban las noticias de última hora en Cataluña (no se desconecta ni estando de viaje) y se charlaba por el puro placer de charlar (que también hay que disfrutar).
Ni que decir tiene que salir con The Grooves de viaje es una fiesta y un placer. Ellas se conocen, se entienden y se cuidan. Las he visto discrepar, abrazarse y pelear como una piña, y eso es muy bonito. Hace un tiempo intenté acabar todos los artículos con una frase de una película que tuviera que ver con música. Lo voy a volver a hacer porque esta frase me vino a la cabeza en un momento dado: He tenido la oportunidad de ver como The Grooves “lucha contra sus propias limitaciones en la dureza del estrellato”. Y me gustaría añadir: He tenido la oportunidad de ver una pequeña imagen de cómo la superan.
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