Ésta ha sido mi primera vez en el Enclave de Agua y puedo asegurar que no será la última. Para empezar, la programación fue espectacular. La calidad técnica de los músicos fue totalmente impresionante, con un fantástico equilibrio entre Blues y Soul. Por otro lado es de agradecer que este festival tiene un carácter muy acogedor. La zona de festival se encuentra a 15 minutos andando del centro de Soria, en una zona ajardinada en las orillas del Duero cubierta de césped y de rincones agradables para tomarse un descanso. Comenzábamos la tarde disfrutando de las Master Class sentados en el césped para acabar bailando y siguiendo a la batukada al escenario principal, donde se desataba el frenesí de los conciertos más enérgicos. El ambiente familiar se tornaba fiestero de forma gradual y creo que adultos, niños y perros lo pasamos genial todo el fin de semana. Pero comencemos por el principio.
VIERNES 25
Después de explorar un poco la zona cogimos sitio en el césped para la Master Class/Jam Session dirigida por Adrián Costa. Qué tío tan genial. No sólo toca de muerte, si no que tiene un carisma espectacular. Se sentó a hablar de música como si estuviera entre amigos, habló de la evolución del Blues, del efecto de la velocidad y de los parecidos y diferencias con Bossa, Samba, Booguie y Rock and Roll. Todo esto sin perder la sonrisa y haciendo al público partícipe de todos sus ejemplos. Cantamos con él temas al estilo de Chicago como “You’ll be mine”, con un toque tejano en “If you love like you say” y defendió la apertura del Blues tocando “La canción del amor”, de Chuck Berry.
Durante la Master Class grababa bajo, percusión e incluso guitarra rítmica con ayuda de un looper, consiguiendo un resultado a la altura del auténtico Juan Palomo. Después se acompañó de banda para improvisar algunos temas que nos levantaron del suelo para a bailar a ritmo de Blues y Funky. Un gran comienzo.
Adrián nos dejó entre aplausos para ceder el paso a los Madrí Gras, que tomaron el escenario vestidos de indios para llenarnos con el sonido de Nueva Orleans. David Elejalde (voz) jugaba con el público entre letras y palmas impregnando el ambiente de buen rollo mientras Nacho Gómez (guitarra) bailaba a su lado. Contaron con grandes colaboraciones como Javi Ramírez al trombón, David Salvador al bajo y el Dr. Chuches (David Shulthness) al teclado y juntos convirtieron los momentos instrumentales en un regalo. Desde “Aiko Aiko” a “Show your tits” los Madrí Gras demostraron que llevan el Carnaval de Nueva Orleans en las venas y que llevan la fiesta allá donde van.
La complicidad entre los músicos se palpó de principio a fin en un concierto en el que todos tuvieron su momento. Alberto dirige los períodos instrumentales como si se tratara de una jam, dando paso a los músicos que lo acompañan en momentos apoteósicos. Desde el momentazo de vientos (Alberto Arteta e Ion Celestino) en “Blas”, al solo de guitarra de “Jump on”, pasando por las teclas de David Shulthness en “I’m gonna change my mind”. Para cuando se marcharon el público estaba más que entregado y gritaba pidiendo otra, a lo que los Anaut contestaron invitando a Joaquín Rodríguez a tocar la percusión e interpretando el clásico “Black is black” de Los Bravos. Tras la vorágine Ion Celestino presentó al grupo con su inconfundible estilo y se despidieron con “Hallelujah I love her so”. Los Anaut nos colmaron de toda la energía y el buen rollo del Rithm & Blues con un toque un poco más cañero al que nos tienen acostumbrados y nos dejaron exhaustos y felices.
Y entonces salió Aurora García. Ningún vídeo que puedas ver te prepara para lo que hace esta mujer. Aurora no sólo tiene una voz súper potente y llena de matices, si no que tiene una energía que escapa por sus poros y te posee. Desde las canciones más lentas como “What you need” a la energía desbordante de “From love to hate”, Aurora derrocha feeling y fuerza. Su mirada te atraviesa llenándote de energía y su cuerpo vibra y se tensa lleno de rabia, de alegría y de emoción. Vaya pedazo de fiera.
Cerraron la fiesta al ritmo del que ha sido el primer single de su álbum debut, “Ain’t got no feelings”, lo que nos permitió despedirnos cantando y bailando al son de su estribillo pegadizo y su interpretación desgarrada. Los Betrayers se dejaron el alma sobre el escenario y cuando se fueron nos invadió un silencio atronador salpicado de la emoción de ver cómo se preparaban para salir a escena los miembros de Vintage Trouble.
Los Vintage Trouble nos dejaron los mejor de su repertorio en un concierto intenso, apasionado y muy participativo. Se despidieron bailando como buenos pelvis-pushers para luego invitar a todos los presentes a acompañarlos al bar a tomar algo. Cruzaron el recinto entre aplausos y flashes y desaparecieron entre la gente para pasar más de una hora firmando autógrafos y haciéndose fotos con todos los troublemakers que quisieron pasarse a saludar.
Ufff! Se había acabado la noche del Viernes y sentía el alma llena y reventada. Fue una noche llena de grandes voces, grandes músicos y una energía brutal. Y aún quedaba más…
SÁBADO 26
Tuvimos que recuperar fuerzas toda la mañana para prepararnos para lo que estaba por venir. Comenzamos la tarde de nuevo en el césped, disfrutando del carisma y los ágiles dedos de Adrián Costa. Durante la jam invitó al público a participar y pudimos ver con él a Alberto Palacios (Anaut) y Jay Rivera (Youthness) formando de forma improvisada una banda de lujo.
Nos enseñó pequeñas melodías con las que pudimos acompañarlo para acabar levantando a todo el mundo a bailar bajo las estrellas. Con Justin Tchatchoua se nos llenó el cuerpo de buen rollo y no podemos si no decir que ha sido un gran descubrimiento. No sólo es un músico innovador si no que tiene un talento que lo hace único.
Nos sorprendió con la versión Tex-Mex de Bob Marley en “Soul shake down party”, una nana de los años 20 e incluso la romántica “I’m not ashamed”. Cantaba lo que tocaba y el público respondía y cuando llegaba el momento del solo desparramaba en un sinfín de licks al grito de “¡¿Puedo tocar?!”. Adrián nos hizo saltar, cantar y bailar y nos acompañó de lado a lado del escenario. Bajó a tocar entre la gente chocando los cinco y subió al escenario sin perder una nota. No perdió la sonrisa ni un segundo y era totalmente inevitable que su simpatía se contagiara por todas partes, lo que convirtió el concierto en una fiesta en la que todos participamos.
La complicidad entre los músicos era palpable y se transmitió entre los presentes. Myles animaba al público a acompañarle con coros y palmas y se entregaba en cada verso, combinando a la perfección calidez y clase. Nos dejó su repertorio más movido, salpicado de toques jazz, funk y pop, y nos hizo bailar con él hasta el final.
Aún quedaba espectáculo y en cuanto los Hypnotic Brass Ensemble pisaron el escenario volvió el desenfreno. Los chicos de Chicago saben cómo animar una fiesta y lo demostraron con creces. Enlazaron sus temas en una amalgama de Soul, Funk, ritmos latinos y Hip-Hop que hizo saltar a un público enloquecido. Su puesta en escena es espectacular, saltan y bailan todos a la vez, los metales cantan melodías alegres y el ritmo se te mete en el cuerpo y sencillamente no es posible quedarse quieto.
Combinaron los ritmos y melodías de la música negra con manifestaciones pro-derechos civiles e hicieron cómplices a todos los presentes de la necesidad de luchar por la igualdad. Su determinación era contagiosa y consiguieron crear un sentimiento de unidad en los cientos de personas presentes. Los Hypnotic conquistaron nuestra conciencia y nuestro cuerpo y nos dejaron lo mejor de la fusión y la improvisación en un fin de fiesta digno de ser recordado.
Despedimos el Enclave satisfechos y exhaustos, con el corazón lleno de buena música, de pasión y de ritmo. Enhorabuena a la organización y tened por seguro que nos veremos el año que viene. Gracias!!