La Galileo hasta la bandera (pero hasta arriba del mástil, donde se engancha la polea) y Txetxu Altube y los suyos preparándose para la presentación de “Cuestión de intensidad”. Cuando quedamos para hacer la entrevista, Txetxu nos habló de las dificultades que tiene sacar un proyecto como éste adelante. Hablamos de nervios y de apostar por uno mismo. Él dijo: “Hay que luchar” y yo pensé que tenía razón, pero hasta el viernes pasado sólo lo asocié al aspecto formal. Para Txetxu pelear es impulsar el repertorio desde el principio hasta el final, es jugar con las dinámicas, es coger y soltar la guitarra cien veces, los golpes de cuerpo, tocar como un trueno, dejarse la voz y cantar a capela sin micro ni ná. Eso es luchar, sí señor, y yo quiero creer que sólo fue la primera batallada ganada.
Bárbara Téllez
Sillas por todas partes, besos y saludos y de repente… silencio. La banda de Txetxu Altube abría la noche con “Duelo”, el tema instrumental que recoge “Cuestión de Intensidad”. A partir de ahí pudimos disfrutar de todos los temas del disco, que fueron llegando intercalados con algunos de los temas más potentes de la etapa en la que Txetxu tocaba con Los Madison. Fluimos desde el emotivo “Skyline” a la fuerza de “Juego sucio” para después mecernos en la suavidad de “Pies de barro” y estar donde teníamos que estar para recibir a Streetwings en el escenario. Javier Celada, David Castro y Jitka Kubesova pusieron el toque folk a “Vendaval” y añadieron un extra de dulzura al tema con el que colaboró Jorge Marazu: “Escandinavia”. Vaya mezcla de sensibilidades. Tan suave, tan Marazu y tan dulce, tan folk… Todo un derroche de delicadeza en una noche mágica.
El lap steel a cargo de Nacho Mur nos devolvió a la realidad con “Tu versión”, que se vio interrumpida por un descuido que acabó sacando a relucir uno de los puntos fuertes de la noche: la naturalidad aplastante de Txetxu Altube, que resolvió entre risas y terminó el tema cantando a capela y poniendo a la Galileo a dar palmas. “Sin recoger” nos envolvió en una suave brisa que nos llevó a sobre flautas y violines hasta las suaves notas de Alejandro Martínez (piano) en “Inercia inesperada”. En esas estábamos cuando las baquetas de Txarlie Arancegui marcaron un subidón de intensidad para llenarnos de energía y dar paso al emocionante “Nadie”. Entonces, los Streetwings subieron de nuevo al escenario para arropar “No quiero que cambien los planes”, que terminó intercalando flauta y piano en un subidón como pocos.
Llegaba el turno de dejar paso al lado más íntimo de Txetxu Altube, primero a voz y piano en “Señales de stop” y después acompañado sólo por su guitarra en “Recompensa”. No quedó ahí la cosa porque la banda volvió a mitad del tema para terminarlo por las nubes y dar paso a la recta final del concierto. Txetxu se colgó la eléctrica en “Pasos sin firme” y desató su faceta más rockera en un temazo que terminó explotando sobre el fino pulso de Carlos Altube y bajo los precisos dedos de Nacho Mur. Espectacular.
La energía por las nubes y aún quedaba tela. “Para verte bailar” puso a toda la Galileo a dar palmas de nuevo y “Lo que queda” nos dejó roncos de cantar a voz en grito mientras Txetxu nos observaba desde el borde de la escalera. Llegaba el turno de “Cuestión de intensidad”, el tema que da nombre al álbum y la canción más imparable del disco (palabras suyas, pero suscribo). Vaya subidón de tema, qué estribillo tan potente y qué energía tiene Txetxu Altube. Nos dejó hechos polvo para cuando llegó otra de las joyas de la noche: “De cara”, que recuperó el set acústico, sacó la mandolina y nos dejó con el sabor más dulce e intenso de Streetwings.
El bis no se hizo esperar y Txetxu volvió solo al escenario para cantarnos “Horas contadas” a capela, en la escalera que baja a la platea y de viva voz. Un momento emocionante, casi hasta frágil, sin artificios y totalmente al descubierto. Y es que no se trata sólo de energía, se trata de contar una historia, de que se haga el silencio para escuchar una voz que se alza desnuda porque no necesita nada.
Un momento más de intimidad con “Un día cualquiera”, que nos meció sobre la suavidad del piano y el violín, para después recuperar a toda la banda y animar al público a acercarse al escenario a celebrar el final. El suave ritmo de “Rondarás por aquí” nos meció como en un sueño para después llenarnos con la energía que impulsaba la ola de voces que atravesó la Galileo de la barra al escenario. La piel de gallina. Y entonces, las primeras notas de “Compás de espera” lo reavivaron todo. Qué bonito el principio, qué intenso el final. Qué fuerte ver a tanta gente sintiendo lo mismo. Sencillamente genial.
Txetxu Altube es una bomba. La Galileo entera coreaba sus letras llenas de matices y él se dejó dos litros de sangre entre emoción y energía. De la intensidad del rock a la intimidad de su voz desnuda, con la guitarra colgada y los golpes de cuerpo o con los brazos abiertos y la espalda arqueada en el borde del escenario. Se respiraba ilusión en la sala, se sentía la complicidad y disfrutamos de la presentación de un álbum que ha sido resultado de la evolución y de la confianza. Altube ha escrito esta emotiva colección de canciones y las ha desarrollado con una bandaza que cree en este proyecto y forma parte de él. Ahí estaban ellos disfrutando casi más que nosotros, ahí estaba Txetxu dejándose la piel, ahí está la magia.
[gmedia id=93]
[imagebox maintitle=”Entrevista” subtitle=”La emoción. La emoción de las canciones,” image=”http://emergentes.es/wp-content/uploads/2015/10/12144756_551645981659223_3184451861983360103_n.jpg” color=”white” space=”60″ link=”http://emergentes.es/txetxu-altube-sabe-que-es-cuestion-de-intensidad/”]