Ya hace un rato que es plena época de festivales, esto lo sabe cualquiera que tenga dos orejitas o una cuenta de Instagram. De entre la montaña de fechas y grandes carteles, asomaba tímidamente el Gijón life: unos días en el Norte, en un entorno alejado de la ciudad y grandes nombres para poner el broche de oro al mes de Julio. ¿Qué podíamos hacer? Teníamos que ir.
🖋️: Marta González (@martirulirita),
📸 : Bárbara Téllez (@BbEmergentes)
Gijón
Bárbara Téllez a la cámara y una servidora al cuaderno, pasamos del asfalto caluroso de Madrid directas a los zapatos mojados de Gijón, cargadas de expectativas.
Tengo las letras justas entre los dedos para contároslo todo. ¿Listos?
Morgan
Cuando Morgan toca todo lo que hay alrededor guarda silencio. Ni las gaviotas gijonesas se atreven a interrumpir “Planet Earth” y cualquiera que este presente contiene el aliento ante “Home”. Pero qué voy a venir a contar yo ahora, si de sobra se sabe que Morgan se escribe con “M” de “mandatory” en esta casa…
Aunque breves, Alejandro Ovejero, David Schulthess, Ekain Elorza, Paco López y Carolina de Juan fueron como una flecha al centro de la diana. Parece que saben que te están disparando directamente al corazoncito. Entre la gente, la sonrisa y los ojos brillantes eran el factor común.
Toda la emoción y el nerviosismo, que la propia Nina reconocía, tuvieron su colofón con la colaboración con Quique González. Escuchar “Sargento de hierro” aquel día, si me permitís un desliz, fue como curar del todo una herida. Tocar la cicatriz con los dedos y pensar en el recuerdo del dolor que ya no esta, fue un abrazo inesperado.
En aquel rincón de un Gijón empapado, saboreamos un pedazo de Morgan. Sin excusas, pudimos sentirnos esta vez cerca de aquello a lo que llamamos hogar. Ya se ha dicho desde aquí otras veces, me gustaría hacerlo de nuevo: gracias, Morgan.
Quique González
Lo de los “Pájaros mojados” de Quique González era un augurio de lo que nos esperaba aquella noche. Sin embargo, ni el diluvio universal consiguió apagar la “Fiesta de la luna llena”, las “Orquídeas”, los “Restos de stock”. Debió pararse el tiempo cuando Nina volvió al escenario para cantar “Charo”, lo más parecido a que se alineen los planetas y tú estés allí para verlo.
Ahora bien, necesito ponerme muy seria y confesar. Bajo el chaparrón fui absolutamente incapaz de tomar notas. Físicamente incapaz, quiero decir. No pude sacar el cuaderno que escondo recelosamente, ni muchísimo menos el móvil. Pájaros mojados, pero de libro.
Os invito a que os deleitéis con el trabajazo de Bárbara, que allí estaba con ese ojo que tiene ella para las luces, las miradas y los gestos. Y os pido perdón por no poder contaros lo que vivimos como debería o, peor por mi parte, como se merece. Prometo compensar con mejores líneas la próxima vez.
Izal
Desde el puesto de control comprueban las compuertas, los motores rugen, los Izal se preparan para el lanzamiento. La cuenta atrás llega a su fin y “La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo” nos hace despegar. Desde la escotilla se aprecia el “Ruido blanco” de Alberto, Gato, Alejandro, Iván y Mikel.
Una cuidada selección de temazos que nos llevaron desde lo novedoso que fue “Bill Murray” hasta la nostalgia de “La mujer de verde”.
Le dedicaron “Pequeña gran revolución” a Alberto Pérez (guitarrista y recién estrenado papá) y “Los seres que te llenan” a todos esos amigos que deciden acompañarte a un concierto que te apasiona, aunque aquello implique perderse otro que ocurre al tiempo.
Sin embargo, al margen de las canciones, de cómo tocan (porque ¡cómo tocan!), de lo que nos gusta Izal (es lo que hay, me he resistido pero ante Izal…hay que rendirse). Querría destacar el espectáculo que trajeron a aquella noche a Gijón. Necesito decir que aquello era un festival, la parafernalia no era necesaria ni exigible, como podría serlo (o esperarse) en un concierto de fin gira apoteósico.
Las luces, los vídeos de fondo, lo hilado que esta todo, los globos, todo ese trabajo de humo y fuego, que te involucren en el show y te hagan participar. Que lleven todo eso hasta un evento que en principio podría considerarse menos importante, me parece una elección a aplaudir.
Jugaron sus cartas con maestría. Todos mis respetos de esta escéptica indie para los Izal.
El Gijón Life nos ha sacado de las salas de Madrid unos días, dándonos el aire del norte con regusto a mar que nos hacía falta para seguir peleando. Y disparando, que sé de una que ya tiene el objetivo apuntando al Sonorama…
¡No se despeguen de sus pantallas!
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