Izal lo ha vuelto a hacer. Ha recuperado la fiesta y nos devolvió esa sensación de que las noches pueden ser maravillosas. Se veía en sus caras que la emoción era mutua. Que aquella primera noche en WiZink era un sueño hecho realidad. Lo fue. Las miles de manos alzadas y las voces lanzadas al aire en un canto de alegría lo demostraron.
🖋️y📸: Bárbara Téllez (@BbEmergentes)
Qué extraño es ver el WiZink ordenado y dispuesto. Qué lejos queda el caos de los cuerpos bailando, enredados en una madeja en la que se pierde la línea entre un grupo y otro. Se sintió frío al principio. Entonces la banda ocupó el escenario y la asepsia se disipó.
Un concierto de Izal es un espectáculo y, como tal, se tiene que ver. El principio lo vi desde el foso, donde te vibran los graves en el pecho y te ciega la luz. Lo vi mirando hacia arriba, disfrutando de las caras de gozor de unos músicos que disfrutaban como niños. Escuchando cada arreglo y buscando las manos que me estaban llamando.
El resto lo vi desde el gallinero. No subáis al gallinero del WiZink. Suena fatal. Pero lo ves todo. Vi las manos al aire de más de 4000 personas emocionadas. Los vi bailar en sus asientos y levantarse para aplaudir. No pude resistir la tentación de asomarme a verlos de cerca. Se cantaban unos a otros, se abrazaban con su burbuja y recordaban por un momento que la música en directo es maravillosa.
Izal y su pequeño gran final del viaje.
La fiesta comenzó con un “Meiuquèr” acústico al borde del escenario. Sin artificios, sin florituras. Sólo ellos y el sol asomando por el borde de La Tierra. Un amanecer y un punto de vista privilegiado en el espacio. No se podría cerrar esta gira de mejor manera.
Comenzaron íntimos y abrieron la puerta a todos los temas que tantas veces nos han movido los pies y las caderas. El ojo de “Autoterapia” nos vió rompernos el cuerpo en los golpes de ritmo, aguantando las ganas de bailar. “Ruido blanco” llenó el cielo de rayos cargados de electricidad. El logo de “Copacabana” coronó un concierto que supo a verano, a cerveza fría y al polvo de la arena levantada. Fue un rápido destello, un rayo de sol que deja ciego. Como tenía que ser.
Un concierto de Izal es luz además de música
Cuento esto porque un concierto de Izal es luz además de música. Porque una vez superados los conciertos pequeños y cara a cara, hay que saber romper la distancia. Izal ha encontrado un lenguaje en el que cada canción tiene un color y una imagen. Un lenguaje que hace sentir cerca lo que ves de lejos y, de alguna manera, la música te atrapa por dos frentes al mismo tiempo.
Colaboraciones
No podían faltar los vídeos con las instrucciones para los tripulantes. Voy a hacer una pausa aquí para decir que me hizo especial ilusión ver a Amaya Valdemoro, Jorge Garbajosa y Víctor Claver. Da igual cuántas veces le cambien el nombre. Estábamos en el Palacio de los Deportes y siempre será la casa del baloncesto.
Pero vamos al lío, que me enredo. Colaboraciones en pantalla. A favor.
Vale, me gusta más en persona, pero vivimos la situación que vivimos y ésta me parece buena solución. Cuando apareció Rozalén y empezó a cantar “Pequeña gran revolución” casi se viene abajo el edificio.
No quedaría ahí la cosa y disfrutamos de Sidonie en “Los seres que me llenan”, de Miguel Ríos en “El pozo” y de María de Mäbu en “El temblor”. Qué bonita es, hay que ver y qué ilusión verla en gigante cantando para todos nosotros.
Zahara nos sorprendió en “La increíble historia del hombre que podía volar” y estirando la mano para tocar a Bowie. Casi me caigo viéndola saludar a los lados y hacia abajo. Si esto no es una experiencia inmersiva, que baje el hombre que podía volar y lo vea.
Entre vosotros, Mikel y yo
Mikel dijo en un momento dado que estaba intentando bailar el doble por nosotros. Se agradece, pero quiero decirle que nosotros movimos los brazos el doble para que ellos supieran que estábamos bailando.
Entre vosotros, Mikel y yo… quiero confesar que bailé locamente cuando tocaron “Magia y efectos especiales”. Coincidió que me quedé sola en el gallinero, así que dejé la cámara, me solté el pelo y bailé como si no hubiera un mañana. No sabéis lo bien que me sentó. No recordaba cómo era bailar así. Saltar, mover el pelo y cantar a gritos sabiendo que no te ve ni te oye nadie. Las luces, la música, Izal… y yo. Y ya está.
Catársis
Lo dije en el reel postconcierto y me reafirmo: El final de concierto fue una catársis. No hay palabra mejor.
Ya se habían marchado cuando el centro de mando comunicaba que acababa de llegar un último voluntario y que no querían dejarlo fuera. Empezó a sonar la percu de “Pausa” y, de repente, Bunbury se unía a la fiesta.
Las luces, las caras de emoción, las voces entrelazadas… Todo pasaba a la vez y yo apunté una frase que me encanta. “La guitarra lo rompe y el piano lo salpica, lo mancha de pintura. Y el bajo.. el bajo aprieta hacia abajo y se funde con la batería. Mikel se viene arriba rompiendo mazo y la gente se entusiasma. Suena una sirena.”
No tengo más que añadir, señoría.