Gabi Planas volvía a traer al directo los temas de “Adios, Juan Capitán” y no me lo podía perder. Hay miradas que hacen que las canciones siempre suenen diferente y ese momento de magia no puede grabarse. Hay que estar ahí, dejarlo fluir y sentirlo.
Bárbara Téllez (@BbEmergentes)
La primera vez que escribí sobre el proyecto de Gabi Planas comencé de la siguiente manera: ” Conocí a Gabi Planas hace un montón de tiempo. Yo aún no sabía que iba a pasarme esto con la música y, aunque él no lo sepa, en parte fue culpa suya“. No es que recuerde palabra por palabra todas las crónicas que escribo, es sencillamente que anoche en el Café Berlín volví a pensar lo mismo.
Estaba ahí, mirando por encima de la cámara y sintiéndome agradecida. Qué bien que hay bandas como ésta. Qué bonito es verlas de cerca y qué bonito es cuando el público rompe en aplausos, los miras, y están sonriendo. En ese momento piensas: “Joder, esto tiene que descubrirlo todo el mundo”, y te sientes afortunado por estar ahí.
Estaba ahí, mirando por encima de la cámara y sintiéndome agradecida.
Así me sentí cuando empezó “Quien nos vea“, y no es para menos. Es bien sabido que Gabi no es manco precisamente. Yo lo descubrí reventando la batería y haciendo coros, pero al rato se levantó y engancho el piano. Tiempo después lo vi tocando la guitarra y cantando. Un buen amigo mío decía que en casa de Gabi, en vez de poner la tele, agarran el instrumento que tienen más a mano y se ponen a tocar. Si algún día tengo hijos pienso intentar eso mismo, a ver si me sale así de bien.
Decía que Gabi Planas no es manco y añadiré que tiene un gusto exquisito, pero además tiene algo que no se ve tan a menudo como debería: un profundo respeto por la música y por los músicos. Ha sabido crear una banda cuya complicidad hace crecer el proyecto. Lo impulsa y lo nutre. Lo alimenta nota a nota y golpe a golpe, todos a una y cada uno con su momento.
Lo alimenta nota a nota y golpe a golpe, todos a una y cada uno con su momento.
A ratos parecía que Gabi dirigiera una jam. Se daba la vuelta mirando a Willie B. Planas y Javi Rubio y reventaban la canción. Se giraba hacia Jorge García y jugaban con nuestros corazones en cada cambio de tiempo. Se inclinaba ante las teclas de Juan García y sumaban ese punto extra de tensión. Qué jodida maravilla.
Desde el desparrame de “Got to go” a la arrolladora calma de “Station“, desplegaron un repertorio que te deja congelado escuchándolo todo y mirándolos uno por uno. Ahí estás, tratando de disfrutar el conjunto y de separarlo en sus componentes. Buscando el elemento que te está dejando roto.
Lo reconozco: Hay canciones que me atrapan. Me atrapó “La tierra del miedo” y de repente me encontré bailando pequeñito y lento. Estudiándolo todo y, al mismo tiempo, abstrayéndome en mi propio espacio. Me atrapó “Monstruo desdentado” y me permití el lujo de cantar. De sacar todo aquello antes de que terminara el concierto y perdiera mi oportunidad. Quiero volver al principio y vivirlo todo otra vez